
El otro día escuchaba un programa de radio sobre españoles que viven en otros países. Programas de moda salidos de TV. y hablaba una chica mañica (zaragoza), que vivía en holanda desde hace 6 años. Ya afianzada en ese país, comentaba el respeto a los ciclistas y moteros por parte de los automovilistas, (que son ciclistas y moteros en su tiempo libre también). Los más respetados –decía–, son las personas que viajan en dos ruedas, ya sean ciclistas o motoristas, y luego los de 4. Una cuestión razonable decía. Y no se explicaba cómo en nuestro país ocurre todo lo contrario. Los más odiados son los de dos ruedas, sean ciclistas o motoristas. ¿Cuestión de madurez? No sé a vosotros, pero cada vez que cojo la moto y me meto en la ciudad aquí en el norte, me tenso, aprieto los dientes y aunque intento que no me afecte mucho, me preparo para “luchar” contra los automovilistas.
Primera ecuación: estrés + tensión – hidratación= hormigueos y adormecimiento
De ahí esos calambres musculares, de ahí ese hormigueo en las manos, de ahí ese adormecimiento del culo. Un calambre muscular es una contracción involuntaria que viene y va durante un ejercicio intenso. Los calambres aparecen sobre todo en los deportes de alta resistencia, como puede ser el triatlón, maratón, ciclismo y muy especialmente en el motociclismo y en la Fórmula 1. Y si no que se lo pregunten a Stoner, que ha sufrido mucho por hormigueos y adormecimiento en las manos, no sólo por la vibración. O Lorenzo, operado de S. Compartimental o Di Meglio, etc. Generalmente producido por falta de iones (minerales) en sus músculos por la tensión, el sudor y estrés por las altas presiones y velocidades a la que son sometidos.
Segunda ecuación: tensión x poca relajación + irritación = falta de atención
Al ser un problema bastante incapacitante que hace adormecer el músculo se origina una situación totalmente peligrosa. Imaginaros a Lorenzo, en su útima vuelta y jugándose el puesto con calambres en los antebrazos. La situación puede ser muy angustiosa, porque se pierde totalmente la maniobra de conducción y agarre del manillar y eso a 250 km /h “duele”. El problema se complica cuando aparece un estado de irritabilidad y desgaste. Entra en juego la tensión. Esto pasa a los profesionales, pero también a nosotros cuando cruzamos la ciudad y tenemos que llevar “cien ojos” aferrándonos al manillar. La ecuación se cierra.