Hace 20 años el boom de las Trail (morinis, dominators, KLR y demás) desplazaba el sector más “deportivo” de la época. De la unión de ambas nacieron las naked, que en dos décadas se han quedado gran parte del pastel, con sus motores alegres, prestaciones y consumos equilibrados y ese toque polifacético de su posición de conducción. Ahora bien, las naked a su vez han ido dejando un hueco en el que de nuevo se están colando las trail. Las todoterreno originales vuelven a ponerse de moda en un interesante renacer de su concepto propiciado por la introducción de los motores de inyección y demás avances en materiales que las han aligerado en peso y las han hecho más “fáciles de dominar”. La mejora general en componentes de confort y seguridad ha ayudado a que cada vez más usuarios se atrevan con largos viajes y carreteras sin asfaltar, con lo que el público de las trail crece al ritmo que éstas evolucionan. Las típicas 4 cilindros –como, por ejemplo, la Z750- ya no son las únicas reinas de la ciudad. Y la Kawasaki ER-6 ya no es la única moto asequible de la casa. La Versys ofrece un componente distintivo de diversión y originalidad a buen precio.
Tengo la teoría (y mis lumbares lo demuestran) de que el asfalto está cada vez más lleno de baches, y en cambio esos viejos caminos de carro están cada vez más rodados. Quizás la conjunción de estos irónicos hechos hacen posible y casi necesaria la existencia de una moto como la que analizamos hoy. Personalmente y sobre el papel, se me apetecía poco interesante (cuando la probé aún no había leído el exhaustivo artículo de nuestros compañeros ingleses publicado en el número 76). “La base del motor de la ER6 montado en un chasis de trail, no será ni chicha ni limoná.” Tampoco tiene una estética radical (aunque a su llegada al parque móvil en 2007 su faro delantero y sus línea curvada, con barriga como la KLE500, dejó pensativo a más de uno). Con el tiempo han modernizado las formas, manteniendo el estilo pero todo en un tamaño más comedido. Los acabados sencillos y los plásticos estilizados hablan de una moto sin pretensiones con el doble faro superpuesto como despunte de atrevimiento.
Me subí casi mecánicamente, pero reconozco que pasé el resto de la prueba emulando a Betty Boo, con las cejas bien arqueadas por asombro: primero porque no pesa nada. Apenas llego al suelo, pero no hace falta: gracias a la altura y dimensiones ahora más comedidas del tren delantero, sus 200 kg y poco distribuidos con acierto, quedan automáticamente controlados bajo los brazos y entre las piernas en el estrecho punto de unión del asiento con el depósito. La moto parece aguantarse sola por arte de magia y os aseguro que estoy acostumbrada a sufrir por si una moto me vence en los semáforos y ya casi no me importa. Esta “pequeña” es un lujo en ese sentido y anima a todo tipo de público a trepar en ella. Siguiendo en la línea de “moto accesible”, el asiento es confortable -sin llegar a ser un sofá- y la anchura del manillar simplemente parece hecha a mi gusto: algo ancho y recto para un mejor control y una posición más correcta de la espalda y hombros. Pensé “Me gusta ir sentada tan arriba. El tacto del puño de gas es suave. Tengo que acordarme de decir que las manetas de freno y embrague son finas, ajustables y muy consideradas con las manos pequeñas”.
Lo increíble llegaba enseguida, al torcer en la primera esquina. “¡Ual·la! cómo se aguanta… y cómo gira esto”. Al llegar a casa estuve apunto de mandar un correo electrónico a Ricard Opisso (Resp. de Comunicación de Kawasaki) para decirle que estaba flipando. Repasé mentalmente los posibles motivos. “Llantas de 17 pulgadas, vale, eso le da la agilidad”. El avance no es muy cerrado, menos que en la Z750 en todo caso (otra moto que convence por su agilidad), aunque en cambio la Versys es algo más corta entre ejes. Al bajar eché un vistazo a los neumáticos. Monta un 160 detrás, otro punto de ayuda para zigzaguear, aunque habrá que ver cómo responde en estabilidad en curvas más amplias. Iba poniendo en solfa estos factores e irremediablemente sólo tres palabras me rondaban por la cabeza: “vamos al monte”. Se me bajó un poco el ánimo en las autovías aburridas y con velocidades absurdamente capadas. El motor no tiene altos y a los medios regímenes se comporta con brío hasta 5000 rpm, pero luego hay que ser contundente y darle algo de tiempo, le cuesta empujar hasta las 7-8000 rpm, donde encuentra el par máximo y la agradecida segunda patada. Fuera de la ciudad, llegué a una simple conclusión: cuanto más retorcida es la carretera, mas rápida se vuelve la Versys y más acertada parece la elección de montura. Sus puntos fuertes están en la prontitud de ataque, la ligereza de cambios de peso en las chican… digo en las curvas enlazadas, y en que se puede tocar el freno delantero en el viraje con cuidado.
El truco está en saber aprovecharla y confiar en tu intuición, algo que esta trail domada te sirve en bandeja. Veámoslo.